Bitacora Suite.101: Artículos de otro espacio y tiempo para un mundo curvo y circular.
Aves
post nucleares, prisioneras de fugas radioactivas. Con cerebros más chicos
lamentablemente afrontan el día a día. Científicos lo afirmaron en la revista
PloS one para ellos por el momento ninguna duda existiría. Por eso, si es que
cerca de la República
de Ucrania ve algún pájaro que no del todo bien coordina, no dude en
recomendarle cuanto antes una consulta por neurología.
Anders Pape Møller, investigador de la universidad francesa de Paris-Sud, de su asombro no salía, mientras la cabeza de 550 ejemplares -pertenecientes a 48 especies diferentes, vecinas de Chernóbil- a mediados del año 2010 pacientemente medía. Entre ellas, algunas asustadas golondrinas que serias consecuencias temían.
Intuían que con un cerebro más
pequeño ya no existía verano. Recordaban lo ocurrido a una que había migrado,
en una primavera desde el sur del continente africano. Le había costado
muchísimo llegar a destino, largo tiempo después que el resto de su colonia. “Se
me cayeron las alas”, desconsolada repetía. Pero ahora, todas están más
que seguras que fue por obra y gracia de una falla en la neurología.
Liberación de radiación, problemas en el cerebro
Møller les explicaba como podía. Una tremenda explosión en una central nuclear, la liberación catastrófica de materiales radiactivos a la atmósfera, pérdidas de numerosos seres vivos y pueblos devenidos fantasmas. También les comentó que luego del desastre comenzó a reinar un desequilibrio entre oxidantes y algunos compuestos protectores antioxidantes cerebrales, entre ellos uno en particular denominado glutatión. Un cerebro con pobres reservas de glutatión tenía más problemas en completar su desarrollo y menos adversidades finalmente resistía.Pero las golondrinas no entendían de radicales libres, ni mucho menos de lecciones de radiobiología. Tampoco de semejante descalabro en su economía. Acostumbradas a largos vuelos de varias semanas de duración, y con grandes gastos energéticos, hubieran dado sus músculos, el tubo digestivo y hasta una porción de su hígado antes de tener que sacrificar una neurona debido a un déficit de energía.
Accidente de Chernóbil: poco glutatión
Møller les dijo que por el momento era todo lo que sabía. Para él, nuevos estudios luego aclararían los alcances de dicha alteración en la fisiología. Pero no tenía dudas, que para las aves de Chernóbil desde 1986 el dosímetro también regía. “A mayor concentración de partículas radioactivas, menor tamaño del cerebro”, convencido repetía. Explosión, radioactividad, compuestos oxidantes, nada de glutatión, cerebro pequeño y consultas a neurología. Momento oportuno para el fin de esta encontrada y triste letanía.Imagen: Flickr-Carl Montgomery
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