Bitácora Miniensayos
Hace mas de 65 millones de años una piedra gigante los
salvó. Gracias al impacto de un asteroide cerca de las costas de México, una
explosión con liberación de energía equivalente a millones de bombas nucleares,
un cielo negro producto de enormes cantidades de polvo y un invierno crudo y
prolongado, los primeros mamíferos asistían sin proponérselo al inicio de su
propia coronación.
Nunca más deberían salir a hurtadillas en la oscura noche para
cumplir con actividades impostergables vinculadas a la alimentación y la reproducción.
Tampoco deberían ya guardar sigilo para no despertar a temibles dinosaurios. Para
ellos el día se había transformado en noche festiva y los monstruos verdes, siempre
acaparadores del sol, nada más que en un recuerdo del pasado. La gran piedra
todo lo había trastocado. Resistir había dado sus frutos.
Por fin los días negros dieron paso a cielos diáfanos. Entonces
todo luego fue una exitosa adaptación y una mejor evolución. El resultado: aproximadamente
más de cinco mil especies de mamíferos habitan los diversos ecosistemas del
planeta Tierra. Se han convertido paulatinamente en clase dominante, favorecida
allá en el tiempo por una inmensa roca.
Voltaire, un filósofo francés, decía que el primer rey fue
un soldado afortunado. “Los reyes son felices en muchas cosas, pero
principalmente en esto: pueden decir y hacer lo que les plazca”, afirmó un
poeta griego llamado Sófocles. “Un rey no teme nada, ni desea nada”, alarmó el
filósofo romano Séneca. Para los mamíferos, léase en este caso el hombre, así
ha sido durante miles de años.
Pero en esta especie de monarquía mamífera, con el hombre como
más influyente integrante, desde hace un tiempo las cosas no andan bien. Especies
que desaparecen, territorios que se pierden, y pocas piedras de la fortuna. El
principal enemigo ya no viene del lejano cosmos, se trata en este caso del
cambio climático. Una construcción netamente humana, con responsabilidades
compartidas pero desiguales.
El calentamiento global se desplaza de manera acelerada,
modifica drásticamente los ecosistemas. Los antiguos reyes parecen no tener el
suficiente tiempo para terminar de juntar sus bártulos y migrar hacia lugares más
seguros en procura de alimento y reproducción. Les ocurre a los primates del Amazonas
y a los osos polares en el norte del planeta Tierra.
También a las personas que habitan las zonas costeras del Reino
Unido y a los menos afortunados refugiados medioambientales que escapan de las
orillas del rió Zambezi, en la africana Mozambique. Según algunas predicciones,
en 2050 varios centenares de millones de personas habrán trasladado forzosamente
su lugar de residencia debido al cambio climático.
Los astrónomos afirman que un evento como el que terminó con
la tiranía verde y posibilitó el ascenso de los mamíferos se da cada 100
millones de años. La evolución y adaptación de una especie a un determinado
medio ambiente tampoco se da de un día para el otro. Lleva su tiempo, mucho
menos que el necesario para observar las profundas modificaciones que el cambio
climático actualmente genera, y lamentablemente tiene programadas para el futuro
del planeta Tierra.
Todo se traduce en una cuestión de tiempo, toda fiesta por más
que transcurra divertida siempre termina. “Un rey está perdido si no rechaza la
adulación y si no prefiere a los que dicen audazmente la verdad”, dijo alguna
vez el escritor francés Francois Fénelon. Parece que para la monarquía mamífera
-léase nuevamente el hombre- esperar otro golpe de suerte, que provenga del
afuera, ya no es algo recomendable.
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