jueves, 17 de mayo de 2012

Cambio climático: refugiados ambientales y piedras de la suerte


Bitácora Miniensayos

Hace mas de 65 millones de años una piedra gigante los salvó. Gracias al impacto de un asteroide cerca de las costas de México, una explosión con liberación de energía equivalente a millones de bombas nucleares, un cielo negro producto de enormes cantidades de polvo y un invierno crudo y prolongado, los primeros mamíferos asistían sin proponérselo al inicio de su propia coronación.

Nunca más deberían salir a hurtadillas en la oscura noche para cumplir con actividades impostergables vinculadas a la alimentación y la reproducción. Tampoco deberían ya guardar sigilo para no despertar a temibles dinosaurios. Para ellos el día se había transformado en noche festiva y los monstruos verdes, siempre acaparadores del sol, nada más que en un recuerdo del pasado. La gran piedra todo lo había trastocado. Resistir había dado sus frutos.

Por fin los días negros dieron paso a cielos diáfanos. Entonces todo luego fue una exitosa adaptación y una mejor evolución. El resultado: aproximadamente más de cinco mil especies de mamíferos habitan los diversos ecosistemas del planeta Tierra. Se han convertido paulatinamente en clase dominante, favorecida allá en el tiempo por una inmensa roca.

Voltaire, un filósofo francés, decía que el primer rey fue un soldado afortunado. “Los reyes son felices en muchas cosas, pero principalmente en esto: pueden decir y hacer lo que les plazca”, afirmó un poeta griego llamado Sófocles. “Un rey no teme nada, ni desea nada”, alarmó el filósofo romano Séneca. Para los mamíferos, léase en este caso el hombre, así ha sido durante miles de años.

Pero en esta especie de monarquía mamífera, con el hombre como más influyente integrante, desde hace un tiempo las cosas no andan bien. Especies que desaparecen, territorios que se pierden, y pocas piedras de la fortuna. El principal enemigo ya no viene del lejano cosmos, se trata en este caso del cambio climático. Una construcción netamente humana, con responsabilidades compartidas pero desiguales.

El calentamiento global se desplaza de manera acelerada, modifica drásticamente los ecosistemas. Los antiguos reyes parecen no tener el suficiente tiempo para terminar de juntar sus bártulos y migrar hacia lugares más seguros en procura de alimento y reproducción. Les ocurre a los primates del Amazonas y a los osos polares en el norte del planeta Tierra.

También a las personas que habitan las zonas costeras del Reino Unido y a los menos afortunados refugiados medioambientales que escapan de las orillas del rió Zambezi, en la africana Mozambique. Según algunas predicciones, en 2050 varios centenares de millones de personas habrán trasladado forzosamente su lugar de residencia debido al cambio climático.

Los astrónomos afirman que un evento como el que terminó con la tiranía verde y posibilitó el ascenso de los mamíferos se da cada 100 millones de años. La evolución y adaptación de una especie a un determinado medio ambiente tampoco se da de un día para el otro. Lleva su tiempo, mucho menos que el necesario para observar las profundas modificaciones que el cambio climático actualmente genera, y lamentablemente tiene programadas para el futuro del planeta Tierra. 

Todo se traduce en una cuestión de tiempo, toda fiesta por más que transcurra divertida siempre termina. “Un rey está perdido si no rechaza la adulación y si no prefiere a los que dicen audazmente la verdad”, dijo alguna vez el escritor francés Francois Fénelon. Parece que para la monarquía mamífera -léase nuevamente el hombre- esperar otro golpe de suerte, que provenga del afuera, ya no es algo recomendable.


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