Bitacora Suite.101: Artículos de otro espacio y tiempo para un mundo curvo y circular.
Viernes 3 AM, el silencio de la sala de emergencias de un hospital acaba de sucumbir ante un teléfono insomne. De un lado se dio aviso de que una mujer de 66 años había colapsado súbitamente en su hogar, mientras que del otro se confirmó la rauda partida de un móvil en auxilio. A bordo, un médico y un paramédico -entrenados en el diagnóstico y tratamiento de dicha contingencia- se encargaron de recorrer los 12 kilómetros que los separaban de su paciente en 20 minutos.
En el domicilio los familiares comentaron que todo había comenzado 25 minutos atrás. Un examen físico reveló debilidad en la mitad derecha del cuerpo asociado a trastornos en el habla, y se encargó de poner en el tope de la lista de diagnósticos presuntivos al accidente cerebrovascular (ACV). Hasta ahí, nada fuera de lo habitual. Pero en vez de un traslado inmediato del enfermo al centro de salud, la historia durante algunos minutos más se desenvolvió en el lugar de los hechos. Allí mismo se realizaron estudios de laboratorio en muestras de sangre que arrojaron resultados normales, incluidos los de coagulación sanguínea. Luego una tomografía computada de cerebro permitió detectar algunos signos indirectos compatibles con un ACV. En este caso isquémico, es decir un infarto cerebral generado por la oclusión de alguna arteria maltrecha.
Fibrinolíticos para limitar la lesión cerebral
La información no tardó en llegar directamente a la sala de emergencias por
medio de un sistema de telecomunicaciones digital. Allí un neurorradiólogo la
revisó y se encargó de enviar una respuesta que confirmó el diagnóstico. Sin
dilación, el médico a cargo puso en marcha un tratamiento por vía endovenosa
con medicamentos conocidos como fibrinolíticos, en un intento de restablecer en
forma temprana el flujo de sangre y de ese modo minimizar el daño cerebral.
Todos los procedimientos realizados en el interior de la vivienda no demandaron
en esa ocasión más de 35 minutos. Camino al hospital la paciente parecía ya
mejorar su sintomatología.Tomografía axial computada a domicilio
Evidentemente estará en su derecho si piensa que lo relatado pertenece a un capítulo de alguna serie televisiva de ciencia ficción. Pero no es así, ocurrió. La sala de emergencias, según un artículo publicado recientemente en la revista científica PLoS ONE, pertenece a la del Hospital Universitario de Saarland, en Alemania. Lo que arribó al lugar de residencia del paciente no fue una nave espacial, sino que se trató de una unidad móvil especializada en el manejo del ACV. Los resultados de los análisis sanguíneos existieron y permitieron entre otras cosas descartar alguna anormalidad que pudiera potenciar los efectos adversos de medicamentos que luego serían empleados.Contar con un tomógrafo a domicilio permitió rápidamente estudiar el cerebro, además de evitar confusiones con hemorragias y otros procesos que pueden tener igual presentación pero requieren tratamientos totalmente diferentes. Dice el dicho popular que cuatro ojos ven más que dos, pero si se tratan de los de un especialista en imágenes médicas parecen ocho. La confirmación de un diagnóstico de ACV isquémico, gracias a los bits recibidos desde el hospital, autorizó un tratamiento oportuno.
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