martes, 6 de diciembre de 2011

Nuevo diccionario de epidemiología

Bitacora Suite.101: Artículos de otro espacio y tiempo para un mundo curvo y circular.



Si víctima del pánico adquirió barbijos y oseltamivir, resultaría imperdonable no comprar el diccionario epidemiológico de enfermedades transmisibles ilustrado que acaban de editar. Es inapelable que se protegerá mejor, si logra informarse en un área que estudia problemas de salud y enfermedad de la población en un tiempo y un lugar determinado. Esa área es la epidemiología.

En sus páginas a todo color usted reconocerá una palabra mediática denominada pandemia. Leerá que describe una enfermedad de tipo epidémica que afecta a muchos países al mismo tiempo. No del todo conforme, buscará el significado de epidemia y debajo de una foto de John Snow, un médico inglés que enfrentó la epidemia de cólera que azotó Londres en 1854, apreciará que el término refiere a una enfermedad que afecta a un número de personas superior al esperado en un tiempo y lugar determinado. Es decir, que si ocurriera un sólo caso de la erradicada viruela en el mundo, representaría un caso no esperado y constituiría una epidemia.

Finalizado el recorrido, entenderá las palabras pronunciadas por la doctora Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud, quien rotuló como pandemia a la Gripe A. Pero por favor, no se encandile con los flashes de las cámaras y visite la palabra endemia. Es frecuentemente negada por los sectores públicos y privados y se emplea para denominar a una enfermedad que transita año tras año de manera regular con una cantidad de afectados que se ajusta a los esperados.

La enfermedad de Chagas es endémica en Latinoamérica. Cincuenta mil personas mueren cada año, diez millones están infectadas y cien millones corren riesgo de contraerla a partir del germen Trypanosoma cruzi. La popular vinchuca lo transmite a personas susceptibles que suelen vivir en ambientes rurales y precarios.

Conozca el significado de algunas palabras


Luego de un merecido descanso, si procura traducir la última afirmación al lenguaje epidemiológico deberá recurrir a otras palabras claves que se entrelazan en el viejo concepto de tríada epidemiológica o en el de cadena de infección. Para ello convocará a los términos agente, ambiente y huésped.

Al ver las fotos de la bacteria Escherischia coli, responsable de infecciones intestinales luego de comer una hamburguesa mal cocinada, o la del hongo oportunista Candida albicans, generador de complicaciones esofágicas en huéspedes susceptibles y del Plasmodium vinculado a la malaria, no quedarán dudas acerca del rol agente en las enfermedades transmisibles.

Ahora bien, deberá comprender que la infección no se resume sólo en él, sino que requiere de otras palabras para producir el estímulo que la desencadena. El impacto del citomegalovirus en un huésped inmunodeprimido por el virus de la inmunodeficiencia humana o por el uso de medicamentos que evitan el rechazo a un transplante es diferente al que puede ocurrir en individuos con defensas intactas.
El mismo Citomegalovirus pasa sin pena ni gloria en el segundo mientras que puede generar complicaciones en la retina del primero.

La última palabra para entender el concepto es ambiente. Una vivienda hacinada constituye un refugio para el bacilo de Koch responsable de la tuberculosis y un recipiente con agua es una mansión para el mosquito Aedes aegypti transmisor del dengue.

Comentarios de los editores de la obra


Los editores del diccionario no soportarían ser generadores de un sopor similar al que produce el Aedes y sugieren finalizar esta primera aproximación. Pero antes de cerrar el libro le piden que consulte una palabra denominada transmisión. El adjetivo transmisible en la portada según dicen lo justifica.

Es una palabra vital en el proceso infeccioso y engloba conceptos. Entre ellos el de fuente de infección, que es entendido como la persona, animal, objeto o sustancia de la cual el agente pasa al huésped. Si retiene aún su curiosidad, verá que en ciertas situaciones pueden identificarse fuentes comunes tales como la intoxicación alimenticia con bacterias conocidas como estafilococos en los asistentes a una comida. Otras suelen ser fuentes propagadas de personas o animales enfermos a personas sanas. No estornude y piense en el resfrío común.

Aparecerán puertas de eliminación que usa el agente al salir del huésped y puertas de entrada a un nuevo individuo. En la mayoría de los casos las últimas son las mismas empleadas por el agente en su salida. Un neumococo, bacteria responsable de neumonías, sale por vía respiratoria y entra en el nuevo infectado por esa vía.

En el medio, un mecanismo de transmisión del agente infeccioso sin intermediarios y tan directo como la mordedura de un perro y la rabia o por el contrario indirecto en la que vehículos tales como los instrumentos médicos mal esterilizados o los vectores invertebrados como el famoso Aedes, que aquí trabaja a sueldo, hacen su trabajo. La infección concretada puede ser inaparente o asintomática o bien aparente con signos y síntomas de enfermedad. Una rinofaringitis asintomática producida por el estafilococo en un cirujano puede ser la clave para entender una epidemia de infecciones cutáneas en pacientes operados. Llegó así al concepto de portador.

Si usted piensa que este diccionario es oportunista y aprovecha el viento de los acontecimientos quizás esté en lo cierto. Desde su origen, las explosivas enfermedades transmisibles tienen más visibilidad que otras epidemias no transmisibles importantes para la salud pública como los accidentes, el tabaquismo o la desnutrición.

Lo que lamentablemente los editores no comparten es que la obra responda a una moda pasajera. Fundamentan la afirmación en trabajos publicados por científicos en revistas prestigiosas que pronostican que al ritmo del cambio climático 260-320 millones de personas padecerán malaria en el 2080 o que inundaciones causarán un mayor número de enfermedades parasitarias. Lejos del Apocalipsis los editores se despiden con dos palabras que exceden la epidemiología: información y tranquilidad. La primera le permitirá obrar de la mejor manera posible y la segunda le recordará que existieron, existen y existirán muchos John Snow que frente a todo, intenten clausurar la bomba de agua que nutre a la enfermedad.

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