martes, 17 de enero de 2012

Medicamentos adulterados: claves para detectar fármacos falsificados



Bitacora Suite.101: Artículos de otro espacio y tiempo para un mundo curvo y circular.

Debido a prácticas inescrupulosas cada vez más frecuentes, a la hora de tomar algún medicamento deberá disfrazarse del detective Sherlock Holmes y con una lupa verificar que se encuentre en perfectas condiciones antes ser administrado.

Los datos estadísticos aportados por la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) son contundentes y bien justifican el esfuerzo. En los países desarrollados, alrededor del 10% de los medicamentos que circulan están adulterados, mientras que dicha cifra trepa al 30% en aquellos países en vías de desarrollo.

Según la definición de la OMS, un medicamento falsificado es aquel que en forma fraudulenta presenta alguna de las siguientes características: envases apócrifos, ingredientes incorrectos, ausencia de principios activos terapéuticos, o principios activos en dosis insuficientes.

Casos resueltos

La mayoría de los fármacos adulterados se encuentran en las formas farmacéuticas de comprimidos y cápsulas. Por ejemplo, en el año 2005 existieron 11 muertes de pacientes canadienses, debido a infartos cardíacos y accidentes cerebrovasculares que se atribuyeron a la ingesta de un remedio que, en vez contener el antihipertensivo amlodipina, lamentablemente sólo tenía talco.

Pero los cultores de las artesanías criminales no sólo se las ingenian para falsificar comprimidos, sino que además jarabes, soluciones de administración endovenosa y vacunas suelen ser frecuentes piezas ilegítimas. Según un ránking elaborado en los Estados Unidos, dentro de los 30 medicamentos falsificados más comunes se encuentran antibióticos de uso masivo cómo la ceftriaxona o costosas inmunoglobulinas. Ambos suelen aplicarse por vía endovenosa.

Elemental, Watson

Con algunas indicaciones resultará sencillo emular al personaje de Estudio en Escarlata. Primero, deberá tener en cuenta la procedencia del medicamento que tiene en la mano, ya que según estadísticas de la OMS, el 50% de los que se venden desde portales de Internet que ocultan su domicilio real, tienen algún tipo de adulteración.

La confección del envase habitualmente demanda un trabajo arduo y costoso, en términos monetarios, para los laboratorios farmacéuticos que lo comercializan legítimamente. Por eso, una cuidadosa revisión del envase sospechoso puede aportar las primeras pistas.
Suele ser útil comparar el envase con otros productos del mismo laboratorio fabricante. Se debe reparar en los materiales empleados para la confección de los mismos, los precintos de seguridad, las etiquetas, hologramas, autorizaciones y códigos de barras.

Además, por ley, un envase debe contener información acerca del domicilio real del laboratorio productor, fechas de vencimiento y número de lote de producción. Los medicamentos con un mismo número de lote deberían tener una similar historia de manufactura, envasado y codificación. Todos los controles de calidad realizados sobre los fármacos se refieren siempre a un número de lote determinado.

Sexto sentido

Una vez agotada esta primera aproximación, deberá buscar nuevas evidencias en el comprimido, jarabe o solución inyectable que está a punto de recibir. Para ello deberá aguzar un poco los sentidos.
Por ejemplo, la percepción de un cambio en el tamaño, color, textura, dureza, olor o sabor de un comprimido puede alertar acerca de la presencia de un remedio ilegítimo.

En la primavera del 2003 en los Estados Unidos, pacientes que recibían en forma crónica tabletas de atorvastatina, con la finalidad de mantener sus cifras de colesterol en sangre dentro los parámetros normales, notaron que las pastillas eran un tanto más grandes, tenían un sabor más amargo, generaban una sensación de ardor en la lengua y se disolvían más rápidamente en la boca. La descripción aportada por los pacientes motivó una intervención de la FDA, quien retiró de circulación miles de botellas con tabletas que no contenían ni siquiera trazas de atorvastatina.

En el peor de los casos, la detección precoz de signos o síntomas o la pérdida del control de una enfermedad crónica, sin que exista otra explicación alternativa, pueden encender también señales de alarma que deben ser comunicadas al médico tratante y al farmacéutico responsable.

Fármacos tras las rejas

Debido a que un fármaco en mal estado representa una amenaza para la salud pública, es vital e imperativo denunciar las anormalidades identificadas a las autoridades sanitarias competentes de cada país. En definitiva, ese es el objetivo final del trabajo de un buen detective: poner al criminal en manos de la justicia.

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