Cahokia configuró una pujante urbe precolombina situada en
lo que hoy es Illinois, en los Estados Unidos de Norteamérica. Fue fundada en el
siglo X a orillas del rió Mississippi y antes de ser tesoro arqueológico -además
de patrimonio de la humanidad- supo albergar en sus montículos, plazas
ceremoniales y lugares residenciales a más de 15000 habitantes. Creció rápido
Cahokia, con el ritmo de una febril actividad comercial y una constante
inmigración desde localidades vecinas, pero también con el sabor de la bebida
negra en el paladar.
Temerario sería afirmar que una infusión con altas
concentraciones de cafeína fue lo que les dio alas a sus habitantes. Pero allí
donde había alguna actividad política, social o religiosa importante, estaba
siempre presente el brebaje. No importaba demasiado que para su preparación se
debieran traer hojas de algunos arbustos del Género Ilex, situados a más de 600 kilómetros de la
región en dirección sur. Tampoco generaba gran problema el trabajo que demandaba
tostar las hojas, hervirlas y servir la bebida resultante en vasos de cerámica,
especialmente manufacturados para la ocasión. Si la reunión lo ameritaba, una
ronda de bebida negra debía aparecer sin dilación.
Los más antiguos registros conocidos dieron cuenta del uso
de esta bebida en el siglo XVI. Allí los primeros conquistadores que se
acercaron desde el viejo mundo se encargaron de relatar cómo los indígenas
norteamericanos se entregaban a esta pócima.
Lo que venía después no era otra cosa que sudoración profusa e incluso
episodios de vómitos, claro en caso de haber sido ingerida en grandes
cantidades.
Patricia Crown, una antropóloga de la universidad
estadounidense de Nueva Mexico, publicó recientemente un trabajo de investigación
en la revista científica PNAS. Allí detectó la presencia de residuos orgánicos
de bebida negra en los poros de vasos de cerámica provenientes de Cahokia. Por
medio de un detallado análisis químico la fórmula dejo de ser un secreto: los
alcaloides cafeína y teobromina, así como también un compuesto denominado ácido
ursólico, se confabulaban para generar los efectos observados.
Los vasos recolectados en Cahokia datan del siglo XI,
cientos de años antes de la llegada de los europeos a tierras americanas. Cuentan
los científicos que en el siglo XIII se terminó inexplicablemente y para
siempre la luz en la otrora próspera Cahokia. A todos sus habitantes parece que
se les cayeron las alas. No hubo nada que hacer, incluso a pesar de la copiosa ingesta
de bebida negra. Todos apagados progresivamente agotaron su energía.
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