sábado, 11 de agosto de 2012

Las aves con intoxicación y sus días de plomo



Bitácora Suite101: Artículos de otro espacio y tiempo para un mundo curvo y circular.

En el estado norteamericano de California la inscripción para el periodo de caza mayor denominado “Big Game Hunting” permanece aún abierta. Tanto para ciervos, antílopes, algunas ovejas con grandes cuernos y varios cerdos salvajes, las agujas del reloj parecen caprichosamente no avanzar nunca. También para un ave, con una apariencia semejante a un buitre, llamada aura común y, por qué no, por último para algunos preocupados científicos. Luego del sonido del primer disparo, y en base a experiencias pasadas, saben que inevitablemente existirá un marcado incremento en la concentración de un elemento químico llamado plomo en la sangre de la eximia planeadora.

Ave carroñera


Ocurre que el aura común es una carroñera exclusiva. Habitualmente tiene que sobrevolar a gran altura durante largas horas los peligrosos precipicios californianos, debe agudizar la vista y el olfato, además de pelearse con numerosos alados de otras especies, todo en el afán de obtener una res muerta con la cual poder alimentarse.

Pero a esta lucha, que suele ser cruel y es mucha, cada otoño cientos de cazadores le instauran una tregua. Con el empleo de rifles, pistolas y escopetas se encargan de reducir los animales salvajes que se les cruzan en el camino a simple carroña. No hacen otra cosa que invitar al aura a un opulento banquete imposible de rechazar.

Balas de plomo

Pero tanta generosidad para las aves tiene su contracara y lo que era una fiesta deja de serlo solo por un detalle no menor: el plomo, principal constituyente de las municiones empleadas por la mayoría de esos adeptos a la caza.

Terra Kelly, investigadora de la universidad estadounidense de California Davis, gracias al análisis de más de cien ejemplares pudo determinar, durante los meses en que todo es estruendo, que la cantidad del metal circulante aumenta significativamente en la sangre. A diferencia de los días de fuera de temporada, no es infrecuente detectar niveles incluso de hasta 100 microgramos por decilitro (ug/dL). Muy por encima de los 10 ug/dL considerados como frecuentes de detectar.

Para los investigadores, el plomo, a diferencia de lo que sucede con otros metales como por ejemplo el mercurio, no presenta fenómenos de biomagnificación. Es decir que no tiende a acumularse progresivamente en las diversas especies que constituyen los eslabones de la cadena alimentaria. Las aves no presentan una intoxicación por plomo debido a que ingieren tejidos de otros animales impregnados con el metal.

Lamentablemente, les ocurre eso por ser víctimas de un apetito voraz que incluye en el menú a las propias municiones o sus fragmentos.

Contaminación tóxica

Nada dijo el artículo, publicado recientemente en la revista PLoS one, acerca de las complicaciones asociadas al elevado tenor de plomo en la sangre de los animales estudiados. Pero según Kelly, evidencias científicas previas determinaron que la exposición crónica al tóxico les genera a las aves un mayor riesgo de presentar trastornos reproductivos, disminución en la velocidad de crecimiento, alteraciones neurológicas y problemas en el sistema inmunitario. En definitiva, se vuelven más susceptibles a la acción de predadores y ciertas enfermedades.

Es por ello que en los Estados Unidos, desde hace algunos años, existen legislaciones destinadas a la protección de algunas especies en situación de vulnerabilidad. Durante 1991 se instauró una prohibición total del uso de balas de plomo en las actividades de cacería de patos. Eso trajo aparejado una menor contaminación acuática y una reducción en la mortalidad de dichos animales. Algo similar ocurrió en las alturas, con poblaciones de otros carroñeros amenazados tales como el cóndor californiano. Desde el 2008 se beneficiaron también con regulaciones que eliminaron el empleo de municiones con plomo en su hábitat.

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