martes, 19 de agosto de 2014

De niños y trasplantes renales





En los últimos quince años el trasplante de riñón en niños ha evolucionado de tal manera que su indicación en la actualidad genera  menos complicaciones en comparación con los adultos que reciben dicho órgano. Algo que no fue siempre así,  y al que se llegó entre otras cosas gracias a un perfeccionamiento de cuestiones técnicas vinculadas a la cirugía y a un mayor entendimiento de la inmunología pediátrica.

Un niño no es un adulto en miniatura suelen decir los pediatras.  Coincide Vikas R. Dharnidharka, médico de la universidad norteamericana de Washington, en una revisión de trasplante renal pediátrico publicada recientemente en la revista New England Journal of Medicine. Para Dharnidharka,  si bien tanto adultos como niños comparten  parámetros de control  clínico, y hasta medicamentos antirechazo, la  especialización en el manejo ha sido responsable del rédito.

Diferentes enfermedades renales

Las patologías que llevan a un niño a diálisis y trasplante renal no suelen ser las mismas que ocurren en la población adulta. Diabetes e hipertensión arterial lideran las estadísticas globales en adultos, mientras que las malformaciones congénitas  y en países como Argentina el  Síndrome Urémico Hemolítico –un cuadro desencadenado por una infección bacteriana- cobran mayor peso entre los infantes.

La  profundización en el conocimiento de la evolución de dichas patologías ha permitido a los médicos determinar  el momento oportuno para recomendar un trasplante renal. Un niño con enfermedad renal avanzada o terminal  suele ser un paciente con una marcada disminución en la calidad de vida. Con alteraciones en varios sistemas, trastornos en el desarrollo y pérdida de la autoestima. Un riñón sano  recibido a tiempo logra retrotraer en gran medida dichas complicaciones.

Inmunología pediátrica

La inmunología es una disciplina de la medicina que cobra vital importancia durante el proceso de trasplante renal.  Numerosos estudios dilucidaron  cuestiones tales como la preferencia de edades más tempranas de los receptores para aminorar las posibilidades de rechazo inmune o la necesidad de que los infantes tengan completo el calendario obligatorio de vacunación antes de la cirugía. Las vacunas minimizan el riesgo de aparición de infecciones graves  desencadenadas por la obligatoria inmunodepresión posterior  al trasplante.

El progresivo desarrollo de medicamentos  inmunosupresores – aquellos que inhiben el sistema inmunológico con la finalidad de evitar un rechazo del órgano-  ha sido desde un comienzo central en el éxito de esta práctica.  El mayor conocimiento de mecanismos de acción, del comportamiento de los fármacos en su paso por el organismo, también de interacciones con otros medicamentos y reacciones adversas,  ha permitido diseñar esquemas de tratamiento ajustados a la población pediátrica.

Según algunas estadísticas el porcentaje de niños con rechazo agudo –dentro del primer año postrasplante-  ha caído gradualmente desde un 55% a fines de los ochenta en países desarrollados. Actualmente el 10% de los que reciben un riñón de un donante vivo experimentan un rechazo agudo en esos países. En la población pediátrica el rechazo agudo suele ser predictor de rechazo crónico y de pérdida del injerto renal.

Cirugía en evolución

Por el lado de la cirugía los avances también han sido notorios. Como resultado: nuevas técnicas quirúrgicas con donantes vivos o cadavéricos  y procedimientos  con menos complicaciones postoperatorias. Por ejemplo la factibilidad de no depender estrictamente de una compatibilidad de tamaño renal entre donante y receptor ha permitido incrementar el número de donantes. También por supuesto disminuir los tiempos en lista de espera para trasplante de órganos.  

En la Republica Argentina según  el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) existen cerca de 30 centros en donde se realizan trasplantes renales pediátricos. Se encuentran  distribuidos en Buenos Aires y varias provincias argentinas. El último en sumarse a la lista en julio pasado fue un centro de Mar del Plata. Allí Tobías, un niño de  8 años, por fin dejó de ver tres veces por semana a la máquina de hemodiálisis.  







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